Vocación de servicio

El catequista «es» catequista

Ser catequista significa dar testimonio de la fe; ser coherente en la propia vida. Y esto no es fácil. ¡No es fácil! Ayudamos, guiamos al encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio. Me gusta recordar lo que San Francisco de Asís decía a sus frailes: «Predicad siempre el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras». Las palabras vienen… pero antes el testimonio: que la gente vea en vuestra vida el Evangelio, que pueda «leer en vosotros» el Evangelio. Y «ser» catequistas requiere amor, amor cada vez más intenso a Cristo, amor a su pueblo santo. Y este amor no se compra en las tiendas, no se compra tampoco aquí en Roma. ¡Este amor viene de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo! Y si viene de Cristo, sale de Cristo y nosotros tenemos que caminar desde Cristo, desde este amor que Él nos da.
Actitudes del catequista
(Tomadas de algunas homilías del Papa Francisco)
Desde mi vida personal ser catequista significó ser discípulo de Cristo, fue la mejor manera de conocer a mi Iglesia, a mis hermanos y transformarme en un mensajero de Jesús.
A veces uno decae, las fuerzas se deterioran. Lo mejor es volver a las fuentes y preguntarnos ¿Qué es necesario para ser catequista? ¿Cómo tengo que vivir mi fe desde esta vocación?
Frente a estas preguntas surge la inquietud de descubrir el camino a seguir. Como fuente principal tomaré algunas homilías de nuestro papa Francisco.

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